Ubicado en el kilómetro 277,500 de ruta 10, nació como lugar de veraneo de los habitantes de la ciudad de Castillos que, valiéndose de paja, junco y pilotes, levantaban ranchos sobre la arena frente al océano, allá por el siglo XIX. Existen testimonios anecdóticos de cómo eran los baños en la playa a principios del siglo XX, había horarios distintos para hombres y mujeres.
En la actualidad, posee la primera playa naturista de la zona, llamada La Sirena, ubicada a 2 km, al norte del centro del balneario.
El nombre del balneario tiene que ver con sus manantiales de aguas dulces que, en épocas de la conquista española, fue lugar de paso obligado para las embarcaciones que navegaban el Atlántico para abastecerse de agua bebible.
Es un lugar pintoresco colmado de ranchos y cabañas, destino ideal para los amantes del contacto con la naturaleza, la pesca deportiva y la tranquilidad. Además de descansar, en el lugar se pueden realizar largas caminatas por la playa, donde aún hoy es posible sorprenderse con el hallazgo de más de un elemento de los tantos naufragios ocurridos en la zona, como el Arinos (con su leyenda del tesoro perdido) o el Stavanger, en una zona que atestigua la historia desde el más perfecto silencio.
En sus costas la pesca es abundante y la brisa del mar se hace sentir con entera libertad. Muchas de sus calles y espacios públicos llevan los nombres de los barcos hundidos en las inmediaciones, detalle de particular interés y justicia, en mérito a la cantidad de náufragos que quedaron viviendo y aportaron al desarrollo del lugar.
El ritmo de Aguas Dulces es el de las caminatas (recomendada la caminata hasta Barra de Valizas por la playa), el de las ruedas de mate a la tarde y a la vez, de la movida en sus pubs y feria de artesanos por la noche, sobre su famosa Avenida "Cachimba o Faroles".