El Camino al Paso de la Cruz y sus barrios

Dura cuesta de carreros y aguateros

Naciendo en el límite de lo urbano, sobre la antigua Avenida Colón (hoy Martínez Rodríguez), comienza el marcado descenso por el viejo “Camino al Paso de la Cruz”, denominado mucho tiempo después, Avenida 1ero. de Agosto. Allí, sobre la izquierda, aparece, casi como una “proa urbana”, un pequeño fraccionamiento, (apenas dos manzanas), bastante antiguo, poblado tempranamente: el barrio “1ero. de Agosto”, y seguido, cuesta abajo, otro de reciente formación, pequeño también, el barrio “Olid”, fraccionado en terrenos propiedad de integrantes de esa vasta familia.

Siempre en descenso, sobre la derecha, se extienden las vastas propiedades de la Familia Arrarte, que dieron origen a dos fraccionamientos: el primero, “Belarmina Barrios de Arrarte” en el año 1923, sobre propiedad de la sucesión de la citada vecina; y el segundo llamado “Antonio Arrarte”, en el año 1926, sobre terrenos de la Suc. de Tomasa Arrarte de Lorenzo y Losada.

En el medio de los mismos, y sobre la Avenida, existe otro fraccionamiento, el llamado barrio “Cola”, en base a la propiedad de Don Antonio Cola. A pesar de estar aprobado por la Municipalidad, dicho proyecto no aparece reconocido en la planimetría actual.

Barrios de lento desarrollo, fueron, en un principio, lugares elegidos por pobladores de la zona rural serrana, que buscaban en estas zonas suburbanas, el espacio ideal para vivir con más comodidades a la hora de su retiro activo.

El Puente y la Usina

Y al final, las viejas chacras de la Suc. de Don Santiago Galeano, dan origen al barrio “Galeano”, recostado casi sobre el Puente.

A la derecha, sobre tierras más altas, se encuentra el denominado barrio “María M. Gómez”, muy antiguo fraccionamiento producto del deslinde de varias chacras de esa familia en el año 1917. Su aislamiento, sus precarias vías de acceso y sin los “atractivos” de la Avenida, hicieron que su población fuere lentísima, situación que se mantiene aún.

Fue toda esta zona, lugar de paso obligado del lento trajinar de los carreros areneros, madrugadores sin apuro; de los leñadores y ladrilleros y de los carros de los aguateros, que portaban sus pipas de madera pintadas de verde, con el agua para “el uso humano”, que solo era extraída de ese sector del arroyo.

A mitad de la década del 20, la habilitación del servicio de Aguas Corrientes, le dará otra dinámica a estos barrios, y entonces los transeúntes, verán, aliviados, la silueta inconfundible del enorme tanque, marcando el final de la dura cuesta hacia el Centro.

Autor: Néstor Sabattino Dossi, "Rocha: una ciudad para caminar..."



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